jueves, 10 de diciembre de 2009
Triple mortal en la pista
El día que te sientas delante de una hoja rayada con un boli bic en la mano y empiezas a reflexionar sobre tus prioridades, te das cuenta de muchas cosas.
Uno, te percatas de que un día alguien aparece así, por casualidad, y te conviertes en todo eso que dijiste que nunca serías. Empiezas a dibujar corazones en los márgenes de los libros, escribes su inicial con los fideos de la sopa y en el vaho de los cristales. Dices cosas de las que antes te reías y sientes esa necesidad que te hace dependiente y te fastidia y a la vez te revuelve las tripas y te gusta. No sabes si durará siempre, pero de momento “siempre” es el presente y con eso vale. Se convierte en una prioridad.
Dos, hay un grupo reducido de personas que puedes contar con los dedos de una mano que están siempre ahí. (Todo esto suena cursi, repetitivo y a libro de religión católica de primaria pero dejarme seguir). Lloras con ellas, ríes, te emborrachas, cantas, te besas, te pierdes en el metro y compartes cama. No importa lo lejos que vivan o los pocos días que las veas al año porque, al fin y al cabo, eso acaba importando una mierda. Las quieres y punto. Son la prioridad número uno porque son pasado, presente y futuro.
Al llegar al tres, te das cuenta de que has madurado a pesar de que todo lo que hagas no tenga sentido y tu grado de responsabilidad roce el negativo. Esto es porque te piensas dos (o tres o cuatro) veces las cosas antes de hacerlas y sobre todo las que afectan a las dos prioridades anteriores.
Prefiero mil veces antes hacer un rasguño en el corazón de alguien que no es nada mío que romper el tuyo que está enredado en el mío, como si fuéramos siamesas, desde hace años.
Al llegar aquí, cierras la libreta, tapas el boli, miras por la ventana y suspiras con nostalgia.
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Ay, me emociono con el texto(L)
ResponderEliminarL'amour te inspira a escribir, por lo que veo.
I like it.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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