miércoles, 22 de septiembre de 2010


A Dudú le daban miedo muchas cosas. Le daba miedo dormir con las puertas de los armarios abiertas, el bordillo de la bañera, las chinchetas y los zapatos nuevos. Le daba miedo pelearse con su mejor amiga, los ojos de cristal, las rebanadas de pan que se quedan atascadas en la tostadora y los abrigos de visón.
A Dudú también le daba miedo recordar. Era lo que más miedo le daba, pero es como cuando tienes una herida en la encía y aunque te duela, sigues apretando con la lengua. Y eso era lo que hacía. Todos los meses abría la caja de cartón donce guardaba lo que le había hecho feliz hacía tiempo. Que curioso que lo que más felices nos hace durante un tiempo, suela ser lo que más daño nos causa y escondemos para no ver más.
Dudú hacía acopio de fuerzas, cogía la tapa con las dos manos y abría la caja con más o menos decisión. Entonces, notaba como las lágrimas querían empañarle los cristales de las gafas, y antes de tener que limpiar más de una o dos gotitas, cerraba la caja.
Un día, cuando Dudú fuera mayor y más valiente, tiraría la caja a la basura con todo lo que había en ella.

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