Debe ser esa parte masoquista de tí, que te incita a mirar. Que nos gusta ver lo asqueroso y hurgar en las miserias. Incluso en las propias. Recordando.
Cuando se levantó, puso la radio mientras se hacían el café y las tostadas. Supongo que era un día normal, como todos. Después de una gran catástrofe, se suelen suceder unos días de pánico, terror y desesperación y luego eso se convierte en rutina. Bueno, en algo más o menos cotidiano.
Después de desayunar, se vistió y salió de casa. Miró a los hierros, enterrados ya entre cascotes. Hacía unos meses que habían levantado altas y blancas paredes encima para paliar la sensación de desastre que recorría la ciudad.
Se acercó poco a poco a la pared. Apoyó la mano. Al rato, vio como empezaba a bambolearse. En realidad era solo un cartón. Trampantojos.
Ojalá te mueras pared. Tú y todos los que te rodean. Que ya me duele la cabeza de tantos bamboleos.