martes, 11 de mayo de 2010

Raras aves y un mimo

Y fue observando la función desde las gradas como se dio cuenta de lo patético que resultaba todo aquello. Se trataba del circo más afamado de la ciudad, representando su función número no sé cuantos. Nunca había pensado que el espectáculo fuera tan repetitivo. En todas las ciudades, indistintamente, repetían las mismas palabras, actuaban los mismos figurantes y siempre había un domador con el mismo león fiero y salvaje. Vaya circo de payasos.
Cuando ella era la equilibrista y la estrella principal de la feria, todo le había parecido diferente. la función se adaptaba a ella y el público y el mismo circo se rendían a sus pies. Pensaba que había sido la única artista capaz de subirse a la cuerda floja, tan alto, que casi había tocado las nubes con las yemas de los dedos. Un mal día, tropezó y a pesar de no haber causado ningún daño, comprendió de forma tácita que la función iba a seguir sin ella.
Y entendió, que el tropezón no tenía nada que ver. En el circo ya no la querían. Buscarían a una nueva funambulista que se subiría a las alturas y cumpliría exactamente su misma función. Se sintió casi hasta aliviada. Que feliz había sido bailando encima de los cordones semitransparentes, pero se había acabado y punto. Tampoco quería volver.
Probablemente, acudiría de vez en cuando a ver la función, a comprobar como iban cambiando a las equilibristas cada cierto tiempo. El circo la había dejado agotada y ahora solo quería ser ese espectador que se sienta debajo del foco de luz blanca y acapara la atención de los graciosos payasos y malabaristas por un momento.
The show must go on y estar tan alto no es tanto como lo pintan y no compensa a los resbalones y tropiezos.

2 comentarios:

  1. Hay algunos 'directores' de circo que no saben apreciar a las buenas equilibristas. Así les irá.

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  2. Siempre se nos dieron bien las evidencias metafóricas.

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