
Esos momentos juntos cabían en dos álbumes de fotos, varias polaroid pegadas con celo a la pared, infinitas mañanas enredados en las sábanas y tardes con sabor a café y barra de labios. Las primaveras habían sido más verdes, los veranos en la playa más largos, los otoños se contaban por las tarde que habían pasado en casa y los inviernos parecían menos fríos.
La despedida no ocupaba los cajones de una mesita, tampoco se había esfumado con las últimas palabras. El último adiós quedaría para siempre marcado en una servilleta del bar de la esquina con tres palabras escritas con lápiz de ojos, "te recordaré siempre".
photo,Irene